por José Cárdenas
El incremento de atentados contra periodistas, indigna. Por la impunidad, los nueve cárteles malditos han impuesto su ley: “plata o plomo”. Por ineptitud, miedo o complicidad, el Estado se paraliza. No se ha hecho nada para aclarar los 64 homicidios de informadores y las 11 desapariciones documentadas por la CNDH en los últimos 10 años. La década de la alternancia panista es decena trágica.
En los enclaves más violentos los comunicadores sirven de tiro al blanco. Lo cotidiano: amenazas, atropellos, lesiones, intimidación, detención arbitraria, desaparición forzada y muerte. El responsable de erradicar tal impunidad es el Estado. Desalentar agresiones contra periodistas y abrir espacios a una sociedad informada no es negociable. La violencia escala. Hay una guerra. Hay terror, aunque se niegue. Van 25 mil muertos en el sexenio (2010 acabará con 9 mil).
Según el procurador Chávez, el problema se gestó hace varias décadas. La solución no se vislumbra a corto plazo. No hay narcoterrorismo porque los delincuentes no pretenden imponer una ideología ni modificar estructuras del poder (¿?). Lo que no dijo es que la PGR sólo ha iniciado mil 210 averiguaciones previas por homicidios graves y lesiones, en todo el sexenio. ¡El narco gana por goliza!
La violencia desborda. No hay dique. Ni soldados, ni policías. No hay estrategia. Secuestros, piratería, trata de blancas, venta de protección, extorsión, narcobloqueos, masacres (como la del fin de semana en Torreón, 17 muertos, la cuarta del año; como en Juárez, plazas abandonadas), atentados políticos, combates, granadazos y lo que faltaba: autos-bomba detonados por teléfono, como en Irak. Es el México salvaje.
Resulta inolvidable aquella fotografía del miliciano español, suspendido en el aire, con el fusil cayendo de su mano y la cabeza reventada por una bala. El instante de esa vida arrancada fue fotografiado por Robert Capa en 1936. Lo mismo le acaba de suceder a Luis Hernández de Noticinco en Ciudad Juárez. Captó el estallido del auto-bomba. Registró el momento en que la muerte le arrancó la vida a cuatro. Por poco la suya.
La muerte del reportero Bill Stewart de ABC News, asesinado en Nicaragua, nos recuerda que en este oficio la muerte ronda cerca. Pero una cosa es la muerte por andar entre las patas de los caballos y otra la falta de garantías para ejercer el oficio. La muerte de Stewart sirvió para exhibir la inmoralidad de Somoza. Hubo consecuencias. Acá, lo lamentable es la muerte inútil de informadores. Sacrificios sin consecuencias. No se reconoce la dimensión del conflicto. Impera el terrorismo. Aunque renieguen los exquisitos con sus definiciones.
EL MONJE LOCO: Pavimentar la sucesión del 2012 incluye fumigar Los Pinos. El fiel Max Cortázar renuncia. Se va con el fiel César Nava. Se unen Pinky y Cerebro. ¿Metieron su cuchara Capulina y Aluxe? El temor a Peña Nieto es apocalíptico...// El pejismo acusa transa de Marcelo con la Supervía. El carnal recuerda los segundos pisos de AMLO. Me atacas; te ataco. ¿Se atreverá a difundir los “legítimos” gastos? Nadie sabe. Nadie supo
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